Cualquier mapa histórico del país o del mundo, de épocas pasadas o recientes, ilustra la potencialidad de los ejes fluviales, focos de civilización.

La biodiversidad de ríos, lagos, torrentes y zonas húmedas es el conjunto de ecosistemas más amenazados de la Tierra. Casi el 20% de los peces de agua dulce han desaparecido o están en peligro de hacerlo. Esta cifra es mucho mayor en algunos países industrializados como sucede en Europa Oriental. Pero no son sólo los peces, anfibios, moluscos y otras muchas especies peligran también.

Los aportes fluviales llegan tarde o temprano, al mar. Si los ríos arrastran desechos urbanos, industriales o agrícolas, esto repercute directamente en las condiciones físicas y químicas del agua y, pronto en las biológicas.

El eutrofismo que producen diferentes compuestos químicos, el efecto de residuos de fertilizantes, insecticidas, pesticidas y herbicidas, el cambio de salinidad y el aumento de la turbidez por el aporte fluvial de sedimentos.

El efecto de la lluvia ácida en los márgenes de ríos y lagunas, son algunos de los cambios que los peces resienten directamente o mediante la pérdida del alimento.
 
 

Al menos que cambiemos nuestras relaciones con nuestros ecosistemas acuáticos, muchas especies desaparecerán.

 

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